«Profesores, ¡los necesitamos!»

Fragmentos de «Professors, We Need You!», de Nicholas Kristof

«Algunos de los más ilustres pensadores sobre problemas locales y mundiales son profesores universitarios, pero a la mayoría de ellos simplemente no les importan los grandes debates de la actualidad. La mayoría se exculpan de dar un punto de vista: «Eso es académico». En otras palabras, ser un erudito es, a menudo, ser irrelevante…

«Todas las disciplinas se han vuelto más y más especializadas y cada vez más cuantitativas, por lo que son cada vez menos accesibles para el público en general», señala Anne-Marie Slaughter, ex decano de la escuela Woodrow Wilson de Princeton y hoy presidente de la New America Foundation.

«El reto básico es que los programas de doctorado han fomentado una cultura que glorifica una oscura ininteligibilidad y un desdén a la audiencia. Esta cultura de la exclusividad es luego transmitida a la siguiente generación a través del proceso de publica-o-perece. Los rebeldes son, demasiado a menudo, aplastados o expulsados​​.

«Muchos académicos desdeñan el difundir públicamente el conocimiento como una distracción frívola ante la investigación real», dijo Will McCants, un especialista en Oriente Medio en el Instituto Brookings. «Esta actitud afecta las decisiones de permanencia. Si la condición sine qua non para el éxito académico es participar en publicaciones revisadas por pares, a continuación, estos académicos que pierden el tiempo escribiendo para las masas serán penalizados».

«Un problema relacionado es que los académicos buscan su permanencia encriptando sus ideas en una prosa elevada. Como una doble protección contra el consumo público, entonces este galimatías es a veces escondido en diversas publicaciones o publicado por editoriales universitarias cuya reputación soporífera mantiene a los lectores a distancia.

Jill Lepore, historiador de Harvard, que escribe para The New Yorker y es una excepción a todo lo anterior, destacó el resultado: «una gran, colmada, montaña de conocimiento exquisito, rodeada de un gran foso de prosa horrible».

Escribo esto en el dolor, porque consideraba una carrera académica y admiro profundamente la sabiduría que se encuentra en los campus universitarios. Entonces, profesores, no se encierren en el claustro como monjes medievales, ¡los necesitamos!»

Un semestre más

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Un nuevo grupo en primer semestre. Es la séptima generación ya (hace unos días egresó la tercera) con la que ha sido un gusto compartir lecturas, comparaciones, teorías, «realidad» e imaginación, en esta posibilidad de aproximarnos a las letras desde la academia. Es muy poco el tiempo para las tantas lecturas y los demasiados libros (depende de cada quien aprovechar las vías a veces apenas insinuadas) pero siempre se aprende de alumnos y colegas. A veces me piden que diga cómo es tal o cual grupo, y nunca puedo hacerlo, porque el diálogo cambia a cada momento, porque cada personalidad es una perspectiva (que cambia cada día), porque es la diversidad es lo que nos hace crecer, porque hay alumnos que escriben mejor que algunos maestros, porque cada día pueden surgir nuevos mundos. Y por eso siempre a fin de semestre recuerdo las palabras de Nabokov: «El trabajo con este grupo ha supuesto una asociación especialmente agradable entre la fuente de mi voz y un jardín de oídos: unos abiertos, otros cerrados, muchos de ellos muy receptivos, unos pocos meramente ornamentales, pero todos humanos y divinos».